miércoles, 5 de marzo de 2008

Curioso

Así empieza "Poirot en Egipto":

—¡Linnet Ridgeway!
—¡Es ella misma! —dijo el señor Burnaby, propietario de «Las Tres Coronas», dirigiéndose a su compañero.
Ambos se quedaron mirando fijamente, con los ojos formando un círculo y la boca ligeramente entreabierta.
Un «Rolls Royce», rojo y sinuoso, acababa de detenerse frente a la oficina de Correos local.
Una muchacha se apeó del automóvil, una muchacha tocada con sombrero y luciendo un vestido que parecía —sólo parecía— sencillísimo. Una muchacha de cabello dorado y rasgos autoritarios. Una muchacha de formas encantadoras. Una muchacha como se veían pocas en Malton-Under-Wode.
Con paso imperioso penetró en la oficina de Correos.
—¡Es ella! —repitió de nuevo el señor Burnaby. Y continuó en voz baja, en tono confidencial—: ¡Posee millones...! Se gastará aquí miles y miles de dólares. Hará construir piscinas, jardines italianos y una sala de baile. Hará derribar la mitad de la casa y la volverá a edificar.
—Traerá dinero a la ciudad —dijo su compañero.
Éste era un individuo flaco. Hablaba con tono gruñón en que se advertía algo de envidia.
El señor Burnaby parecía estar complacidísimo.
—Sí, es una suerte para Malton-Under-Wode. Una gran suerte.
El señor Burnaby asintió, moviendo la cabeza.
—¡Qué diferencia con sir Jorge! —exclamó el otro.


Aparece una ¡¡¡ANÁFORA!!!

Una muchacha se apeó del automóvil, una muchacha tocada con sombrero y luciendo un vestido que parecía —sólo parecía— sencillísimo. Una muchacha de cabello dorado y rasgos autoritarios. Una muchacha de formas encantadoras. Una muchacha como se veían pocas en Malton-Under-Wode.

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